La soledad le prestó alas a sus pensamientos. Recordó las historias que su madre le había contado-de Adán y Eva, de Caín y Abel, de Noé y el Diluvio, de Abraham, Isaac, Jacob y José. No imaginaba que algún día, bajo la inspiración de] Espíritu de Dios, él sería el instrumento humano para preservar estas historias para innumerables generaciones venideras…
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